Sentido e insensibilidad
Hoy, martes 22 de septiembre, el Pleno de la Diputación de Málaga, con los votos de los grupos del Partido Popular, Ciudadanos y el diputado no adscrito, ha rechazado parar los traslados de las personas usuarias del centro de atención a discapacitados Guadalmedina, en la capital, abocado al cierre.
La propuesta del PSOE, defendida por la viceportavoz Toñi García, proponía aplazar esos traslados y que el presidente de la institución provincial recapacitara la decisión adoptada. No ha sido posible.
Hemos asistido a un ejercicio político de insensibilidad: con las familias, con los usuarios y con los trabajadores.
El equipo de gobierno argumenta que el centro debe ser cerrado porque los terrenos se cederán para construir el futuro tercer hospital de Málaga.
Hasta ahí, la cuestión estribaba en que el centro peligraba para no frenar un proyecto relevante para la ciudad, un proyecto, digamos, con más interés público y social: sus beneficiarios serán más, su coste más alto y la repercusión en la sanidad pública, incontestable. Pero de ahí a cerrar el centro y trasladar a los usuarios en plena pandemia a un centro privado-concertado hay un gran trecho.
Una salida alternativa al cierre
¿Cuál podría haber sido la solución? La reubicación del centro público de atención a personas dependientes en otras instalaciones de la Diputación o en unas nuevas. En ningún caso, dadas las circunstancias, el traslado forzoso de los usuarios.
El tercer hospital tardará años en ser construido, si llega. Tiempo más que suficiente para culminar una alternativa al cierre.
No soy iluso: el cierre del centro era el objetivo y el tercer hospital ha sido una excelente excusa para seguir ejecutando el plan de cierres de centros especializados. Guardería, escuela de enfermería, residencias de mayores, etc, han caído.
Durante el debate de la moción socialista, en el salón de plenos de la Diputación el aire se ha llenado de insensibilidad e incluso de cierta antipatía. No han ayudado los gritos de la representación sindical, pero el grupo del Partido Popular ya había caldeado el ambiente.
Dos padres de usuarios quedaron solos en la grada pública del salón. Mi compañera y la portavoz de Adelante Andalucía se han acercado. Después, la diputada de Asuntos Sociales.
El caso es que minutos antes, pese a nuestros esfuerzos, la Diputación escribía un nuevo capítulo, en este caso negro, en la historia de su asistencia social de la provincia.